martes, 30 de abril de 2019

El rey que odiaba el café


El café se abrió paso en Suecia en el siglo XVII. Los reyes suecos creían que el café hacía que las personas se comportasen mal y ellos no lo tomaban. A partir de 1756, durante el reinado de Adolfo Federico de Suecia, se impuso un fuerte impuesto a las importaciones y al consumo de café. Ese mismo año el café fue prohibido por completo. Los oficiales reales dibujaban al café como una costumbre no sueca y alentaron a los suecos a que disfrutaran de otras bebidas. Los suecos, especialmente los de clase alta siguieron tomando café a pesar de la prohibición. Un floreciente comercio de contrabando se creó alrededor de la bebida.

En 1771 Gustavo III de Suecia llegó al poder. El hijo de Adolfo Federico de Suecia pensaba como el padre y estaba convencido de que el café producía malos efectos en la salud. Estaba tan en contra del café que decidió usar la ciencia, o eso creía él que era ciencia, para probar a sus compatriotas que debían dejar de tomar café de una vez por todas.

Gustavo III reclutó prisioneros para un experimento científico. Encontró dos asesinos convictos en los que realizar su experimento. Ambos habían sido condenados a muerte, por lo que el rey les ofreció conmutar su pena por cadena perpetua si participaban en el experimento.

Gustavo III de Suecia  FUENTE

Mientras estaban en la cárcel uno tenía que tomar café y otro té. Tres tazas diarias cada uno. Los hombres emprendieron la misión y Gustavo III esperó los resultados del experimento. Asumía que el bebedor de café pronto sucumbiría a los efectos nocivos de la bebida que tanto odiaba. Irónicamente el preso que tomaba cafe diariamente, sobrevivió al propio Gustavo III.

En 1792, Gustavo III recibió una misteriosa carta anónima en sus habitaciones mientras se preparaba para asistir a un lujoso baile de máscaras en la Royal Opera House de Estocolmo. La nota sugería que tenía enemigos políticos y que su vida corría peligro. Pero el rey rechazó la amenaza y asistió a la fiesta.

Esa noche, unos enmascarados rodearon al rey y le dispararon. Aunque Gustavo III sobrevivió inicialmente, la herida se infectó y murió pocas semanas después. Las personas que acabaron con la vida del rey, eran nobles que se oponían a la campaña que había iniciado Gustavo III contra la nobleza. Gustavo III pensaba que la nobleza estaba abusando de sus privilegios políticos, privilegios que presumiblemente incluían eludir la estricta prohibición de beber café.

Los prisioneros que bebían café y té no solo sobrevivieron a su rey, sino que sobrevivieron a los médicos que Gustavo III nombró para que los supervisaran. El bebedor de té vivió hasta los 83 años; no está claro cuánto tiempo sobrevivió el bebedor de café que aún permanecía vivo cuando murió su compañero de experimento.

Gustavo III no fue el único monarca que odiaba el café. El rey prusiano Federico II el Grande. No sólo prohibió el café, sino que dio un paso más allá, prohibiendo el tueste del café, enviando olfateadores a la calle para rastrear el olor a café. En un manifiesto que escribió Federico II el Grande en 1777 decía: "Es repugnante el aumento en la cantidad de café que beben mis súbditos, todos beben café, ellos deberían beber cerveza".

Federico II de Prusia 


Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de la realeza de estas dos naciones, la cultura del café se arraigó en toda Europa. En Suecia, el concepto de tomar café, es una tradición nacional muy querida que se practica al menos dos veces al día en la mayoría de los hogares, y se cree que esta practica social contribuye a la tranquilidad de la vida sueca.

Vía: History.com


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