domingo, 13 de octubre de 2019

Los presos que fueron "conejillos de indias" de la gripe española


La mal llamada "gripe española" o "gripe porcina" fue una de las epidemias más feroces que ha sufrido nuestro mundo. La Primera Guerra Mundial mató a 21 millones de personas en cuatro años. La gripe española mató ese mismo número de personas en tan solo cuatro meses. Casi el 80% de las bajas estadounidenses en la Primera Guerra Mundial no fue por fuego enemigo sino por la gripe.

Enfermos de la Gripe Española  FUENTE

La gripe porcina surgió como una gripe normal, no mortal, en la primavera de 1918, pero lo cierto es que, en los meses siguientes nadie sabe cómo ni dónde, mutó convirtiéndose en mortal. Una quinta parte de las víctimas solo padeció síntomas leves, pero el resto cayó gravemente enfermo y muchos murieron. Algunos sucumbieron en cuestión de horas, otros en cuestión de días.

En EEUU, las primeras muertes se registraron entre marineros de Boston a finales de agosto de 1918, pero la epidemia se propagó rápidamente por todo el país. Se cerraron escuelas, se cancelaron actos lúdicos públicos, la gente lleva mascarillas en todas partes. No sirvió de mucho. Entre el otoño de 1918 y la primavera del 19, murieron más de medio millón de personas.

Las autoridades sanitarias norteamericanas realizaron experimentos con voluntarios en la prisión militar de la isla Deer, en el puerto de Boston, para intentar obtener una vacuna. Se prometió el perdón a los presos si sobrevivían a una serie de pruebas.

Prisión de la isla de Deer  FUENTE

Primero se inyectaba a los "voluntarios" tejido pulmonar infectado de los fallecidos y luego, se les rociaba los ojos, la nariz y la boca con aerosoles infecciosos. Si no sucumbían con eso, les aplicaban en la garganta secreciones tomadas directamente de los enfermos y moribundos. Si todo esto fallaba, se les ordenaba que se sentaran y abrieran la boca mientras una víctima muy enferma se sentaba frente a ellos y les tosía en la cara.

De los 300 presos que se ofrecieron voluntarios, los médicos eligieron para las pruebas a 62. Ninguno contrajo la gripe. El único que enfermó fue el médico del pabellón, que murió rápidamente. La probable explicación es que la epidemia había pasado por la prisión unas semanas antes y los presos que habían sobrevivido, poseían una inmunidad natural.


Vía: Una breve historia de casi todos


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