jueves, 23 de enero de 2025

La mujer que transformó la ciencia forense

 

   Uno de los inventos más poderosos del siglo XX es también un objeto que nadie quiere tener nunca una razón para utilizar. La caja para recoger pruebas de agresión sexual, conocida coloquialmente como el “kit de violación”, es una herramienta sencilla pero potente: un pequeño estuche, tal vez de cartón, que contiene elementos como cortaúñas esterilizados, hisopos de algodón, portaobjetos para contener fluidos corporales, bolsas de papel y un diminuto peine de plástico. 

   Diseñado para reunir y preservar las pruebas biológicas encontradas en el cuerpo de una persona que denuncia una agresión sexual, introdujo la ciencia forense estandarizada en la investigación de la violación donde antes no había un protocolo común. Su contenido podría utilizarse en los tribunales para establecer los hechos, de modo que los jurados no tuvieran que depender únicamente de los testimonios, lo que facilitaría la condena de los culpables y la exoneración de los inocentes.


Kit Vitullo


   El kit, concebido en el Departamento de Policía de Chicago a mediados de los años 70, fue registrado con el nombre de “Vitullo Evidence Collection Kit”, en honor al sargento Louis Vitullo. Un oficial de policía de Chicago, pero la verdadera inventora de la caja de recolección era una mujer llamada Martha “Marty” Goddard, cuyo objetivo más amplio de empoderar a las sobrevivientes la llevó a ceder el crédito a un hombre. 


Vitullo


 
   En 1973, según un artículo en el Daily Herald , se estima que tuvieron lugar 16.000 agresiones sexuales, en la ciudad de Chicago, de las cuales solo se denunció una décima parte. Y menos del 10 por ciento de ese 10 por ciento condujo a un juicio penal.  Goddard era una divorciada de unos 30 años que trabajaba para una organización filantrópica que se valía de la fortuna de una familia de grandes almacenes para ayudar a los necesitados de Chicago. El trabajo le dio a Goddard, acceso a una amplia franja de personas que formaban la columna vertebral cívica de la ciudad y también a centros de adolescentes que habían sufrido abusos sexuales. Goddard, se obsesionó con la pregunta de por qué tan pocas mujeres denunciaban las violaciones y por qué los violadores rara vez eran castigados. 

   Ese año, se reunió con el fiscal del estado, Bernard Carey, para hablar sobre los “puntos de falla en el sistema de evidencia de agresión sexual”. Pronto la nombró miembro de un nuevo panel asesor de ciudadanos afiliado al nuevo Grupo de Trabajo sobre Violaciones de la ciudad. Goddard obtuvo así acceso al departamento de policía y, lo que es más importante, a su laboratorio forense. Descubrió que era un desastre. Los policías le dijeron que ni siquiera recibían evidencia utilizable del hospital, como hisopos de semen, saliva y sangre recolectados correctamente. Esto se debía en parte a que el personal del hospital nunca había sido capacitado para recolectarla correctamente. Pero incluso cuando los agentes de policía tenían evidencia, no siempre estaban capacitados para preservarla. Goddard se acercó al sargento Vitullo, el microanalista jefe del laboratorio forense, con una descripción escrita de su visión: un kit de recolección de evidencias de agresión sexual. Vitullo "le gritó" y le dijo que abandonara su oficina. 


Marty Goddard



   Unos días después, Vitullo invitó a Goddard a volver y, para su sorpresa, le mostró una maqueta completa de exactamente la caja que había descrito. Tanto el sargento como la Fiscalía del Estado querían que se le atribuyera el mérito de la idea a Goddard. Goddard aceptó que se reconociera el kit como una colaboración entre ellos. Su acuerdo era realista y también estratégico. Sabía que “el nombre de Vitullo, un policía famoso en la ciudad por haber resuelto casos de gran importancia,  podía abrir puertas, y el de ella no. Goddard era una visionaria, pero no era abogada, policía o experta, y no tenía experiencia formal en ciencia forense.

   En 1978, un grupo sin fines de lucro que Goddard había formado, el Comité de Ciudadanos para la Asistencia a las Víctimas, registró una marca registrada para el Kit de Recolección de Evidencias Vitullo. Con esta acción, Goddard, colaboró en su propia eliminación.  Ese mismo año, The New York Times señaló que el “kit Vitullo” se estaba utilizando en 72 hospitales de Chicago, citando a Goddard como cocreadora del kit. Por lo demás, las menciones a ella en los medios fueron, en el mejor de los casos, superficiales. 

   Tras la muerte de Vitullo en 2006,  un obituario en un periódico local lo celebró como el 'hombre que inventó el kit de violación'”. La oscuridad de Goddard se debe a los sacrificios que hizo para que existiera el kit de violación. No sólo renunció al crédito por su invención, sino que también hizo todo el trabajo pesado para sacarlo al mundo, incluida la recaudación de fondos. 

   En 1982, la ciudad de Nueva York adoptó el kit Vitullo y Goddard viajó a la Costa Este para capacitar a médicos, enfermeras y policías. El Departamento de Justicia le pagó para que viajara a otros estados que querían desarrollar sus propios programas de kits para casos de violación. Goddard inventó no solo la caja, sino todo el sistema de capacitación, enseñando al personal del hospital y a la policía a colaborar en la recolección de pruebas. 

   A medida que la vida de Goddard se acortaba, la influencia de los kits de violación creció exponencialmente, especialmente después de que se inventara la huella genética en 1984, lo que finalmente hizo posible rastrear una sola gota de esperma o sangre hasta una persona específica. Las pruebas almacenadas en los kits, a veces durante décadas, permitieron resolver casos sin resolver y revocar condenas injustas.

   Los últimos años de Goddard estuvieron marcados por el alcoholismo, el comportamiento errático y los diagnósticos de demencia y “depresión maníaca”. En 2015, el año de su muerte, un periodista de la CNN logró localizar a Goddard. El artículo resultante atribuyó a Vitullo la invención, pero destacó el papel de Goddard en su distribución, describiéndola como la “mujer formidable” detrás del “hombre exitoso”. 

FUENTE: The Atlantic

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