Desde su primer día en el cargo en 1930,
Harry Anslinger tenía un problema, y todo el mundo lo sabía. Acababa de ser nombrado jefe de la
Oficina Federal de Narcóticos, una pequeña agencia, enterrada en las entrañas del
Departamento del Tesoro en Washington DC y que tenía los días contados. Era el antiguo Departamento de la prohibición (alcohol). Su personal era un grupo hundido y corrupto al que había derrotado el alcohol. Anslinger se comprometió a erradicar todas las drogas, en todas partes.
El jazz era la antítesis de todo en lo que creía Harry Anslinger. Era improvisado, mestizo, era la anarquía musical y la evidencia de los impulsos primitivos que se escondían en los negros, esperando emerger. Según sus memorandos internos, el jazz sonaba como la selva en la oscuridad de la noche. Sus agentes le informaron que muchos de los músicos de jazz estaba bajo la influencia de la marihuana.
Anslinger soñaba con ver a
Charlie Parker,
Louis Armstrong,
Thelonious Monk... en la cárcel. Ordenó a todos sus seguirlos e investigarlos. Anslinger se encontró con un problema en el mundo del jazz eran una familia, nadie estaba dispuesto a delatar a sus compañeros y si alguno era arrestado todos contribuían a sacarlo del apuro. El Departamento del Tesoro le dijo a Anslinger que estaba perdiendo el tiempo intentando atacar a todo un movimiento que no podía ser fracturado. Ansliger se fijó un objetivo individual, que era sospechosa de ser una adicta a la heroína y la cocaína, tal vez la mejor cantante de jazz de la historia:
Billie Holiday.
En 1939, Billie Holiday cantó en un escenario de Nueva York "Strange Fruit". La canción era un lamento musical contra los linchamientos. Inmediatamente después, Billie Holiday recibió su primera amenaza desde la Oficina Federal de Narcóticos. Un agente negro de la Oficina de Narcóticos llamado Jimmy Fletcher empezó a seguir todos sus movimientos. Harry odiaba contratar agentes negros, pero no podía mandar ningún blanco a Harlem porque sería descubierto de inmediato. Fletcher debería averiguar quien suministraba droga a la cantante. Al propio Fletcher se le permitió vender drogas para ganarse la confianza de los investigados.
La primera vez que vio a Billie estaba en el apartamento de su cuñado donde ella bebía suficiente alcohol para aturdir a un caballo y grandes cantidades de cocaína. La siguiente, fue en un burdel en Harlem, haciendo exactamente lo mismo. Fletcher creía que ya tenía suficiente y fue a su casa a arrestarla. Fletcher tuvo que llamar a una compañera para realizarle un registro corporal. Billie se desnudó delante de Fletcher desafiándolo. Fletcher se comprometió a hablar con Anslinger personalmente en su favor si confesaba.
No mucho tiempo después, se encontró con ella en un bar y hablaron durante horas. A los pocos días una noche, en el Club Ebony, terminaron bailando juntos, Billie Holiday y el agente de Anslinger, se balanceaba al ritmo de la música. Fletcher se había enamorado de ella.Pero Anslinger no iba dejar descansar a Billie.
Billie se había acostumbrado a subir a los escenarios después de las palizas de su esposo, Louis McKay. Hasta que Billie le paró los pies. McKay dolido, había oído que Harry Anslinger quería información sobre ella. Él viajó a Washington DC para ver a Harry, y se pusieron de acuerdo para denunciarla. Billie fue arrestada y llevada a juicio. Ella le dijo al juez que no quería clemencia. Ella sólo quería que la mandasen a un hospital para poder desintoxicarse. El juez hizo caso omiso a su petición y la envió un año a una prisión de Virginia Occidental, donde fue obligada a trabajar en una pocilga, entre otros lugares. En todo este tiempo no cantó ni una nota.
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Louis McKay junto a Billie FUENTE |
Como exconvicta, fue despojada de su licencia de artista de cabaret, con el argumento de que podía dañar la moral de la opinión pública. Eso significaba que no se le permitía cantar en cualquier lugar que se sirviese alcohol. Eso incluía todos los clubes de jazz de los Estados Unidos.
A Harry Anslinger se le informó que había mujeres blancas, tan famosas como Billie, que tenían problemas de drogas. Anslinger llamó a su oficina a
Judy Garland, otra adicta a la heroína. Tuvieron una charla amistosa, en la que él le aconsejó tomar unas largas vacaciones y escribió a sus estudios indicando que ella estaba limpia de drogas.
Ansliger quería acabar con Holiday y encomendó su misión a su agente más despiadado, un tipo llamado George White. White había sido periodista en San Francisco en la década de 1930 hasta que solicitó su adhesión a la Oficina Federal de Narcóticos. En el test de personalidad se descubrió que era un sádico. La primera vez que fue a por Billie, Holiday se alojaba en el
Hotel Mark Twain en San Francisco. Fue acompañado de policías sin una orden de registro, Billie estaba sentada en pijama en su habitación. Insistió al policía que llevaba limpia más de un año. White y sus hombres declararon que habían encontrado opio escondido en una papelera junto a una habitación lateral y dentro de la habitación el "kit" para consumir heroína, y la acusaron de posesión. Cuando las pruebas se analizaron más tarde, parecía que había algo extraño: una papelera parece un lugar improbable para guardar un alijo, y el kit para inyectarse heroína nunca apareció.
Una noche, White fue al espectáculo de Billie en el
Café Society Uptown, y pidió sus canciones favoritas. White le dijo al manáger de Billie que esta no era de fiar. Billie se ofreció inmediatamente a ir a una clínica para ser monitoreada y demostrar que estaba limpia. Cosa que consiguió gastandóse mil dólares de la época.
George White sin embargo tuvo un largo historial con las drogas. Le gustaba fingir que era un artista y atraía a las mujeres a un apartamento en Greenwich Village, donde mezclaba sus bebidas con LSD. White se jactaba que en la Oficina de Narcóticos, podía mentir, violar, robar... todo con la bendición de los responsables.
La acusación del fiscal contra Billie siguió adelante a pesar de la debilidad de las pruebas. En el juicio, un jurado la declaró no culpable. En los años posteriores al juicio de Billie, muchos otros cantantes de jazz tenían miedo de ser acosados por las autoridades y no cantaban "Strange Fruit". Pero Billie Holiday siguió entonándola en sus espectáculos.
Cuando Billie tenía cuarenta y cuatro años de edad (1959), un joven músico llamado Frankie Freedom le estaba sirviendo un plato de comida en su apartamento, de repente se derrumbó. Fue llevada al
Hospital Knickerbocker en Manhattan pero allí tras una hora y media en una camilla la rechazaron por ser adicta a la droga. Uno de los conductores de la ambulancia la reconoció, y la llevó a una sala pública del
Hospital Metropolitano de la ciudad de Nueva York. Los médicos le dijeron que tenía cirrosis hepática debido al alcohol; problemas cardíacos y respiratorios debido al tabaquismo y tenía varias úlceras en las piernas provocadas por inyectarse heroína. La ingresaron y le dieron pocas esperanzas de recuperarse.
Agentes de narcóticos fueron enviados al hospital y encontraron a unos metros de su cama menos de un octavo de gramo de heroína en un trozo de papel de aluminio. Convocaron a un gran jurado para acusarla si ella no revelaba el nombre de su "camello". Le confiscaron sus comics, radio, tocadiscos, flores, chocolates y revistas, y la esposaron a la cama del hospital colocando dos policías en la puerta. Billie sufrió la abstinencia de la heroína. Se le dio metadona por diez días, y comenzó a recuperarse. Pero entonces, no recibió más metadona y empezó a enfermar. Cuando, finalmente, a un amigo se le permitió verla, Billie le dijo en estado de pánico: "Van a matarme". Otra amiga Alice Vrbsky, comentó a la BBC la situación de la cantante.
Fuera del hospital, se reunieron manifestantes, dirigidos por un pastor de Harlem llamado
Eugene Callender. Callender había construido una clínica para adictos a la heroína en su iglesia, y él abogó para que Billie fuese trasladada allí. Harry Ansliger y sus hombres se negaron. Billie le dijo a su gente que prefería morir antes que volver a la cárcel. Billie murió en el hospital con dos policías en la puerta de su habitación. Ella tenía quince billetes de cincuenta dólares atados a su pierna. Era todo lo que tenía. Su intención era dárselo a las enfermeras que le habían cuidado.
En el funeral de Billie, había decenas de coches de policía, porque tenían miedo a una revuelta. Eugene Callender dijo: "No deberíamos estar aquí. Esta joven fue dotado por el creador con tremendo talento. Tendría que haber vivido muchos años más". La Oficina Federal de Narcóticos lo vio de otra manera. Ansliger escribió "Para ella, no habrá más angustia".
Vía:
Politico Magazine