Además de la viruela, el cólera y la tuberculosis, las mujeres del Siglo XIX tuvieron otro peligro: El miriñaque.
El miriñaque era una estructura rígida, en forma de jaula que se usaba debajo de las faldas de las señoras que, en la cúspide de su popularidad, alcanzaron un diámetro de dos metros. El New York Times informó en 1858, que una joven de Boston, estando de pie junto a la chimenea salió ardiendo al prender su vestido con "jaula" incorporada. Este incidente vino justo después de diecinueve muertes de este tipo producidas en Inglaterra en un periodo de dos meses. Una tragedia similar ocurrió poco después en Filadelfia, cuando nueve bailarinas se quemaron vivas en el Teatro Continental. Otras consecuencias no tan fatales del miriñaque eran los enredos en las ruedas de los coches, las caídas por los vientos..
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El miriñaque ofrecía algunas ventajas notables sobre el modo tradicional de vestir. Era mucho más ligero que numerosas enaguas suspendidas de una cintura encorsetada, y, con la invención de la máquina de coser en la década de 1850, fue producido en masa. En el inicio de la Guerra Civil Norteamericana, las mujeres del Sur descubrieron nuevos e inesperados beneficios del artefacto, cuando rompían el bloqueo eludiendo la vigilancia de los soldados del norte, llevando mercancías debajo de sus vestidos. Algunas transportaban pequeños arsenales a través de las líneas enemigas.
La reacción en contra del miriñaque se intensificó durante y después de la guerra. Los sacerdotes tomaron el púlpito para advertir que el uso de aros era similar a renunciar al cristianismo. La venta de miriñaques disminuyó en la década de 1860, renació treinta años más tarde, y de nuevo en la década de 1910. Fue el último renacer de este "peligroso" complemento.
Vía: Wonders and marvels
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