Fue la tormenta perfecta para la transmisión de la enfermedad: un destino "turístico" lleno de visitantes extranjeros y residentes locales no vacunados durante unas vacaciones. Era el Palacio de Versalles, en abril de 1774, donde la viruela contagió a más de 50 personas, incluyendo al propio rey Luis XV.
En la Europa del siglo XVIII, la viruela era una lacra temida por reyes y plebeyos. Era muy contagiosa, y a menudo mortal, pero también era evitable. La defensora de la inoculación de la viruela en Occidente fue Lady Mary Wortley Montagu ella era una sobreviviente de la viruela. Embajadora inglesa en Turquía había sido testigo de la práctica en Constantinopla, y a su regreso a Inglaterra en 1718 se convirtió en su mayor defensora. Inicialmente, la sociedad de Londres encontró la práctica chocante, pero a finales de siglo, la inoculación había sido adoptada en la mayor parte de Europa.
Lady Mary Wortley Montagu FUENTE |
Aunque la inoculación era común en el norte de Europa a principios de 1770, Francia todavía era recelosa a su aplicación. Antes de que Edward Jenner desarrolló la primera vacuna para combatir la viruela en 1798, la práctica de la inoculación implicaba la inyección de una pequeña cantidad de pus de las lesiones de una persona que sufría la viruela en la piel de un paciente sano, lo suficiente para estimular la producción de anticuerpos sin desencadenar la enfermedad. Si bien Voltaire y Diderot defendieron la inoculación, los médicos franceses se resistían a la práctica tras una epidemia en 1762 que fue atribuida a la inoculación, que incluso fue prohibida en París durante cinco años.
Edward Jenner FUENTE |
El 10 de mayo de 1774, el rey Luis XV murió de viruela, mas otros diez sirvientes de palacio que murieron durante el mismo brote. El nuevo rey, Luis XVI, se alarmó y se inoculó contra la enfermedad el 18 de junio de 1774, junto a sus dos hermanos menores el conde de Provenza y el conde de Artois. En parte esta decisión de Luis XVI fue tomada por los consejos de su esposa María Antonieta, pues en su país Austria era una práctica aceptada.
Las modistas de París, conmemoraron el acontecimiento trascendental con un tocado alegórico apodado el "puf à l'inoculación". El tocado representaba a la serpiente de Esculapio, un sol naciente, en representación del rey; y una rama de olivo que simboliza la paz y el gozo que resulta de la inoculación real. Lamentablemente, ninguna imagen del puf à l'inoculación ha sobrevivido. El "puf à l'inoculación" no era una crítica explícita a los anti-vacunas del siglo XVIII, sino simplemente una expresión visible de apoyo a la inoculación.
Vía: The Atlantic
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