Tras la Paz de Versalles que ponía fin a la Primera Guerra Mundial, firmada el 28 de junio de 1919, los alemanes aparte de perder territorio nacional, unos 76.000 kilómetros cuadrados (13% de su territorio), donde vivían 6.5 millones de habitantes (10% de su población), fueron sometidos a unas compensaciones económicas draconianas.
La cláusula 231 del Tratado, establecía la entera responsabilidad de Alemania y sus alíados por todo el daño ocasionado en la guerra. Esta cláusula, no era una cláusula moral, era un cheque en blanco. Alemania firmaba sin saber la cifra que la van a imponer como reparaciones.
En Diciembre de 1922 con una inflación desbocada, la República de Weimar solicita una suspención por dos años de sus obligaciones de guerra (132 mil millones de marcos oro). En 1923, Francia y Bélgica ocupan la cuenca del Ruhr para cobrarse las obligaciones de guerra con su hierro y su acero.
El Gobierno alemán ordena a sus dos millones de obreros en la zona que hagan una huelga indefinida, hasta que se vayan los ocupantes. A los obreros había que pagarle los sueldos y el Gobierno alemán lo hace fabricando billetes, provocando una hiperinflación. La hiperinflación alemana de 1923, alcanzó límites increíbles. Lo que costaba un marco en 1913, diez años después costaba 750 mil millones de marcos. El dinero no valía nada.
El ajuste vino de la mano de EEUU. El llamado plan Dawes, ligaba las deudas aliadas con EEUU, a las indemnizaciones de Alemania. Bancos estadounidenses otorgaban fondos para que su Gobierno los prestase a Alemania, el Gobierno alemán usaba gran parte de esos fondos para pagar las indemnizaciones de guerra a otros países europeos (como Gran Bretaña, Francia y Bélgica) y estos a su vez usaban las reparaciones abonadas por Alemania para pagar a EE. UU. su propia deuda de guerra. El plan funcionó hasta la llegada de la Gran Depresión, pero eso ya será otro tema.
Fuente: Documentos RNE
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